Ídolos de siempre III: Juan Carlos Muñoz

Muñoz, crack de la Máquina

La presión de la actualidad y el bochornoso acto de mala leche de Olé hizo que desde este blog se cometiera una injusticia. No es propio de gente que se jacta de amar a River, no recordar a las glorias que hicieron posible la grandeza de quien amamos.

Claro, que esto mismo le haya pasado a las autoridades del club es más que imperdonable. Una muestra más de la ineptitud y falta de identidad que tiene esta dirigencia. Ningún acto o actividad oficial hizo que esta fecha no pasara por alto para la gran mayoría de los hinchas de River. Obvio, es como pedir peras al olmo…

Esta persona dió más por nuestro querido club en sus años como jugador de lo que nos podrán quitar en toda su vida los integrantes de la actual dirigencia millonaria. Mientras él recibe un pequeño subsidio de mil pesos, esta gente llena sus bolsillos a diario. Son traidores hasta de sus propios recuerdos y de los de sus padres. Es una humillación para todos el desagradecimiento que sufre la gente que tanto le dio a la institución.

Hoy, que cualquier político de la institución intenta llevar gente por un pancho y gaseosa a los quinchos del club y hacen reuniones de 400 personas, ninguno fue capaz de invitar a este prócer de River. Nadie pudo hacerle un video y demostrarle el afecto y agradecimiento que la institución tiene hacia quienes la hicieron grande. Nadie pudo oír las mil y una anécdotas que debe tener para contarnos y arraigar más aún el sentimiento que llevamos tan adentro.

Una verdadera indignidad que no debe extrañar viendo el destrato que sufren aquellos jugadores de nuestras inferiores que son presionados para ser vendidos o que no quieren volver al club por la sucia dirigencia que nos gobierna. Una dirigencia inepta a la que le resulta más fácil armar una barra y que seamos hinchas de ella que armar un buen equipo de fútbol al cual alentar.

Probablemente no llegó a la categoría de ídolo porque así como su antecesor Peucelle compartió equipo con Bernabé Ferreyra, a él le tocó compartir cancha con el Charro Moreno, sin embargo nadie le puede sacar el calificativo de prócer. Uno de los tantos hacedores que tiene el club para hablar del ilustre pasado en medio de tanta mugre presente.

Su nombre está escrito en mayúsculas en el fútbol argentino y, como no podía ser menos, está en las páginas doradas de la historia de River, aún cuando algunas pretendan olvidarlas. Desde nuestro sitio hacemos lo que está a nuestro alcance. Contar parte de la historia de un gran jugador que puso su talento para hacer grande a River Plate. Muchas gracias señor Juan Carlos Muñoz. Muchas gracias, tomate.

 

Se acercaba la década de 1940, el mundo se desgarraba por la segunda guerra mundial pero Argentina se sentía ajena a esa locura. Se vivía la felicidad de los domingos cuando se presentaban grandes equipos para jugar al fútbol. Entre estos grandes equipos sobresalía el de River. Durante estos años River presentaba equipos que hacían las delicias del público. Esos equipos de River se destacaban por la pasión, la habilidad, el coraje y el armonioso juego de equipo.

Podía cambiar un componente de esa magia que lo iba identificando pero se seguía mostrando la misma belleza, sin embargo hubo un momento en que esa belleza alcanzó un grado superior. Fueron momentos excelsos. La perfección de movimientos, la increíble habilidad individual puesta en función de un equipo, toques justos y siempre la inteligencia, la alegría, la desfachatez y virtuosismo puestos en el espectáculo. Tanta perfección llevó a un periodista a decir que se encontraba ante una máquina, y así quedó bautizada aquella formación.

Simplemente fue un sello que se reservó para 5 delanteros. Los nombres de Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau pasaron a la historia como la mejor delantera de todos los tiempos del fútbol argentino. Eran tan buenos que muchos prefirieron llamarlos los caballeros de la angustia, se divertían tanto jugando que muchas veces olvidaban que además debían meter la pelota en el arco. Todos se divertían y los hinchas además sufrían tanta altanería que llegaba desde la cancha. Los 5 jugadores jugaron pocos partidos juntos pero durante varios años se modificaron algunos nombres mas no su forma de jugar. Todos estos jugadores fueron quienes le dieron a River una identidad que hasta estos días no había perdido.

El único engranaje de esa máquina perfecta, el único integrante vivo de aquella maravillosa delantera, el único testimonio vivo de cómo se jugaba y como fueron aquellos grandiosos años que cimentaron al más grande dentro de la cancha es JUAN CARLOS MUÑOZ. Este grande de River; título que hoy en día pocos pueden endilgarse, cumplió el pasado miércoles 6 de mayo 90 años.

Juan Carlos Muñoz nació en Avellaneda y pasó por las inferiores de Independiente. Como había tantos jugadores en su puesto en ese club, por una rara maniobra logró pasar a Dock Sud y desde allí, en un tiempo prudencial el 11-4-39, más sorpresivamente aún para él fue saber que era jugador de River. Un par de avivadas permitieron que un grande llegue a nuestro club, como cambian los tiempos. ¿Tan poco aprendieron los actuales dirigentes?

A los pocos días logró concentrarse con la primera y a los pocos meses estaba jugando en la primera debido a una huelga de los jugadores profesionales en solidaridad por una sanción que le habían dado al gran charro Moreno. Su temprano debut fue en octubre del 39. A ese equipo de juveniles (en el que también estaba Labruna), que jugaron 9 partidos hasta el final del torneo y que ganaron 7 de ellos (incluidos boca, San Lorenzo y Vélez), los llamaron los guerrilleros. Sin dudas eran años dorados

A partir del año siguiente debió alternar partidos con otro grande de aquellos años, Peucelle y finalmente 1941 fue el año de su despegue definitivo. Ese año el público argentino tuvo la buena suerte de ver al mejor equipo de todos los tiempos que jugó en las canchas de nuestro país. A partir de ese año, tomate (como se lo conocía), deleitó con sus corridas, amagues y piruetas por la banda derecha. Su rapidez e inteligencia se tranformaban en un certero y mortal centro para la llegada del charro, del feo o del delantero que quisiera aprovechar sus corridas. Su posición en la cancha le dio el privilegio para que durante décadas todo hincha argentino recitara de memoria y con orgullo aquella mítica delantera y su nombre fuera el primero en ser nombrado. Probablemente fueron muchos los cantos que se hicieron a estos héroes millonarios pero a nuestros días llega una canción que decía… “Sale el sol, sale la luna: centro de Muñoz, gol de Labruna”

También jugó en la selección y en 1945 tuvo una lesión de la que nunca se pudo recuperar y no pudo volver a jugar como él sabía hacerlo a pesar de haberse retirado del fútbol en 1953. De River se fue en 1951 dejando un recuerdo imborrable en todos los hinchas que lo vieron jugar.

Ojalá pudiéramos tener más ejemplos como el de Muñoz hoy en día. Sí, estos son los momentos que nos robaron y son los tiempos que debemos recuperar.

¡Salud para un grande! Y mil veces más, GRACIAS!!!

Por: Charro