Después de Pipo...

¡Ehhh Omar! ¿en serio agarrás vos?

Siempre dijeron que dirigir River era uno de los desafíos más importantes y lindos que podía tener un entrenador, un desafío que envidiaba y deseaban todos los entrenadores. Era el master de cualquier técnico.

Para dirigir a River hay que saber, ser bueno y mantener firme el timón. Había que mantener contentos a un plantel plagado siempre de estrellas con los mejores jugadores del país, mantener conforme a los dirigentes que no aceptaban nada menor a un quinto puesto pero pagaban los mejores sueldos del país, y había que mantener contento a los hinchas que deliraban en la tribuna esperando maravillarse con el juego de las estrellas y exigían sólo lo mejor. Había que ganar, jugar bien y hacer algunas goleadas, nada de conformarse con menos. En River no hay términos medios. Se gana jugando bien al fútbol o se va. Se entiende a River o se dirige un equipo con menos expectativas. Se dirige a River si da el cuero o se arrastra por otros equipos.

Así fue la historia de River. En medio de una historia tan rica y exigente nos encontramos con el período Aguilar. Para lograr lo anterior se necesita calidad, jugadores de categoría y compromiso, técnicos que piensan como la gente de River, dirigentes que se desvivan por ser los mejores y orgullosamente llevar adelante al club de sus amores e hinchas que apoyen en las buenas y en las malas y critiquen a quienes hacen mal las cosas. Aguilar eliminó en un cortísimo plazo todo lo anterior. No hay jugadores de calidad que entiendan como jugar en River y que sean ejemplo para propagar un estilo, no aparecen los jugadores; el técnico no tiene categoría y es una simple apuesta sin fundamentos; los dirigentes solo piensan en sus bolsillos y el resto les chupa los 2 huevos; la gente ya no tiene crítica porque “hay que alentar viejita”.

Habiendo eliminado parte de nuestra historia e identidad, ahora los hinchas debemos conformarnos con preocuparnos por mirar la tabla del descenso. Los jugadores no entienden lo que representa vestir el manto sagrado, esperan el momento de viajar a Europa sin gozar del privilegio que es entrar a la historia de River. Los dirigentes no saben como cambiar más jugadores para llevarse algún porcentaje y como el nivel de los jugadores es paupérrimo, para sacar un peso en la transferencia se busca a alguien más perro; encima, estos perros tienen una ventaja, no discuten cuando les sacan un porcentaje desorbitante de sus pases o sueldos porque ni soñaban con vestir nuestra camiseta y no tendrían nunca una posibilidad tan buena. Los técnicos que llegan deben ser serviles a los planes dirigenciales de llevarse plata y no quejarse, o sea, carecen de personalidad.

Todo muy negro, porque la exigencia sigue siendo la misma, porque la camiseta sigue siendo blanca cruzada por una banda color sangre (aunque a veces los dirigentes la cambien para sacar algo de plata). En tantos desaciertos, no es de extrañar que en los pasillos del club se hable como un hecho el reemplazo de Pipo Gorosito por un hombre que se desvive por una oportunidad. Los contratos de los técnicos deben tener una duración mínima de un año y teniendo en cuenta que en menos de 3 meses nuestro gobierno se va, no debería ser fácil encontrarle reemplazo al técnico actual, sin embargo, todos saben que el apellido Labruna siempre tiene un plus y por eso Omar Labruna habría aceptado ser técnico solo hasta terminar el torneo y después esperar la decisión del nuevo gobierno. Sería otra locura cambiar al técnico en este momento pero teniendo en cuenta que el mediocre fútbol actual parecería solo un estado de ánimo con pequeñas cuotas de calidad y orden, nadie sabe como podría terminar este cambio.

En River todo es posible, salvo que Aguilar haga bien las cosas.

Por: Charro