Ídolos de siempre V: José Manuel Moreno

Pinta de crack

Hablar sobre José Manuel Moreno no es fácil. Tiene demasiadas vueltas por donde empezar a escribir sobre él. Lo que está claro que muchos que pudieron verlo jugar no dudan en decir que fue el mejor jugador que vieron en su vida, aún por encima de Distéfano, Pelé, Cruyff y Maradona.

Su vida fue un tornado, tocó todos los extremos y con mucha dificultad salió de cada prueba que le puso la vida y su personalidad. Hoy no está en la boca de todo el mundo porque no tuvo la buena suerte de estar en el lugar correcto en el momento justo. Maradona, Michael Jordan, Bernabé Ferreyra, Distefano y muchos otros tuvieron esa suerte, algo cambió para bien y por eso el mundo habló sobre ellos, en cambio Moreno llegó al fútbol en un momento en que el mundo sufría la Segunda Guerra Mundial, el fútbol argentino sufría su primera gran huelga de jugadores profesionales que apenas podían defenderse del aprovechamiento de dirigentes que mancillaban todos sus derechos laborales sin piedad. En ese contexto y en medio de decenas de habilidosos que inundaban las canchas argentinas porque la pobreza daba pocas salidas y los sueños nacían en el potrero y los juegos estaban alrededor de la redonda, ahí logró destacarse como un jugador único Moreno.

Nació el 3 de agosto de 1916 en una casa muy pobre a una cuadra de la cancha de Boca, siendo muy niño hizo algunas changas en secreto para conseguir sus primeras monedas que no dudó en jugarlas a la quiniela para comprar su primer par de botines. Aún con sus “trabajos”, su mente no se despegaba de la pelota y el fútbol y por eso decidió probarse en Boca. Fueron torpes y soberbios allá porque lo rechazaron por ser demasiado habilidoso y rebelde en su juego. Antes de llorar logró gritarle al entrenador que se arrepentiría pero la desilusión del chico que ingresaba a la adolescencia lo llevó a la frustración y la desesperación porque su vida era el fútbol. Ese día no sabía aún que cumpliría su promesa.

La buena suerte golpeó su realidad cuando logró probarse por casualidad en River, con casi 17 años llegaba a River y rápidamente trepó a la cuarta especial, lugar de privilegio donde muy pocos podían jugar. Allí conoció a su gran amigo y compadre del fútbol Adolfo Pedernera, rápidamente tuvo química y jugaron de memoria por el andarivel derecho del ataque millonario haciendo estragos e historia. Verlos era un placer y por eso la cancha ya se llenaba a la mañana para verlos jugar, inclusive el presidente Liberti se daba ese lujo todos los domingos. Aún en ese tiempo Moreno no era una persona fácil. Todavía era “rulito”, el sobrenombre que le habían impuesto en el barrio y que pronto sería cambiado por el apodo “el fanfa” (porque el periodismo lo consideraba un fanfarrón, aunque en realidad era una parte de un ser extraordinario). Le gustaba el boliche (en aquella época milonguería), la noche, la luces, las actrices (versión antigua de las botineras)… pero todavía era una promesa y debía demostrar en resultados lo que su habilidad hacía soñar.

Al iniciarse el año 1935 River hizo una gira por Brasil y entre Liberti y el técnico decidieron llevar a la joven promesa. Eran tiempos diferentes, no había televisión, los árbitros eran más volátiles, la medicina deportiva aún estaba en pañales y el fútbol era para guapos porque las patadas volaban sin piedad y a cualquier altura. En ese contexto los jugadores no debutaban tan jóvenes, les daban tiempo para madurar porque en primera siempre había algún crack.

Según dice la anécdota Moreno jugó el primer partido de esa gira porque Bernabé Ferreira le tiró la camiseta al presidente y al técnico diciéndoles que si no jugaba Moreno que jugaran ellos 2 (el festín que se hubiera hecho la prensa de hoy con una anécdota de este calibre). Finalmente jugó y mostró su clase por Brasil. Al volver jugó las primeras 4 fechas pero también nació su tensa relación con la dirigencia. La fama y el dinero potenciaron su inclinación por la noche y las mujeres, esto provocó que muchos dirigentes lo vieran con malos ojos pero la mala e irregular campaña de la primera rueda del torneo de 1935 hizo que Liberti hablara con Moreno y lo volvieran a poner (él mismo reconocía que nunca se había cuidado tanto, aún no había ganado buena plata necesitaba a ayudar a toda su familia). No volvió a salir del equipo hasta 1939 y salió campeón 1936 y 37. En el 39 recibió otra sanción por mal desempeño a causa de su “mala vida”. Sus compañeros vieron tal medida como tan injusta que decidieron ir a la huelga en apoyo de su compañero y amigo. A raíz de esta huelga surge el equipo de los guerrilleros (debut de Labruna).

En 1941 recibe una segunda sanción después de perder contra Boca, lo acusan de jugar muy individualista. Finalmente en 1944 recibe la tercera sanción que consigue hartar a Moreno. Por razones contractuales el club lo manda a la reserva y una multa con lo cual decide irse a México porque era un país donde se podía jugar aún sin ser vendido por River. Llegó y salió campeón pero quería a Buenos Aires y extrañaba la movida nocturna porteña. Moreno no quería volver con esa dirigencia pero River hizo un reclamo en el ministerio de trabajo y el charro (nuevo apodo adquirido por su extraño paso por el exterior) vuelve a vestir la banda roja.

El 28 de julio de 1946 se juega en Ferro, el público colmó de tal forma esa cancha que al minuto se rompieron los alambrados por la presión popular que no entraba en esas tribunas, sin embargo se jugó el partido después de un tiempo prudencial porque afuera había otras 20 mil personas y no sabían que ocurriría.. En la fecha siguiente vuelve a juntarse la gloriosa delantera de la máquina y como siempre, en el torneo siguiente River sale campeón. La huelga de futbolistas profesionales corta nuevamente su trayectoria en River. Se va a la Universidad Católica de Chile, donde tras 12 años sin títulos lo vuelve a sacar campeón. De la misma forma que pasó en México, se vuelve a convertir en ídolo.

En 1950 Boca estaba desesperado porque en el torneo anterior se había salvado del descenso en la última fecha y como golpe de efecto repatrió al Charro. Un patada hizo que su paso con la azul y oro fuera muy corto, lesionado y con 35 años decidió seguir jugando y mostrar su fútbol en clubes más chicos y con otras pretensiones. En su paso por Defensor Sporting de Uruguay y por Ferro de Caballito (solo 15 partidos) logró salvarlos del descenso. En 1953 viajó a Colombia donde jugaron muchos jugadores de aquella huelga y dejó un recuerdo imborrable para todos los colombianos que amaron y se fanatizaron por el fútbol argentino. Así como dejó decenas de anécdotas sobre la noche mexicana y de Santiago de Chile, también las tuvo de Medellín. A los 42 años se convirtió en jugador y técnico para salvar a la Universidad Católica del descenso, lo mismo hizo con All Boys y finalmente volvió a Independiente Medellín en 1961. Ya tenía 44 años pero lo convencieron para seguir desparramando su calidad.

Finalmente ese año su equipo enfrentó a boca en un amistoso, perdían y decidió entrar con su habilidad y goles lo dieron vuelta para finalizar 5 a 2. Al terminar el partido, sin que nadie entendiera nada levantó los brazos y se despidió para siempre de su vida como jugador.
Esto es solo una parte de su vida. Moreno fue grande por donde se lo mire y la única razón para que hoy no sea reconocido de esta forma es que los medios masivos todavía estaban en pañales, es una pena habernos privado de tanto talento.


Por: Charro