¿Quién se robó mi niñez?

La Jabulani de mi generación

Tinta roja lo escribió Cátulo Castillo, le puso música Sebastián Piana y lo interpretaron magistralmente Roberto Fiorentino y el polaco Goyeneche. Dicen algunos de sus versos: Paredón, tinta roja en el gris del ayer... tu emoción de ladrillo feliz, sobre mi callejón, con un borrón pintó la esquina... Y aquel buzón carmín, y aquel fondín, donde lloraba el tano, su rubio amor lejano que mojaba con bon vin. ¿Dónde estará mi arrabal?... ¿Quién se robó mi niñez?... ¿En qué rincón, luna mía, volcás como entonces tu clara alegría? Veredas que yo pisé, malevos que ya no son. Bajo tu cielo de raso trasnocha un pedazo de mi corazón...

Mucho se podrá discutir acerca de tiempos pasados. Los que cambiamos varias veces el almanaque, lo afirmamos sin dudar. Acaso porque éramos más jóvenes. Pero algunas cosas de verdad eran mejores. La pasión por el fútbol es una de ellas. Por ejemplo se podía jugar a la pelota en la calle. Hoy es impensable. Con una de cuero (gastada sino era pecado), la de plastiball, una de goma (la pulpo), tal vez una de tenis (bien pelada) o simplemente con el ingenio: papel y plasticola, porque no con una media de mamá, y de última con chapitas (bar cercano mediante), y confieso haber jugado hasta con una piedra. De todas las maneras, fútbol. Genuino y en su máxima expresión. A doce goles, hasta cierta hora, con el que hace el gol gana, y cotejos inconclusos por lógicas y típicas discusiones que tenían origen en frases como: ¡No fue gol!. ¡Alto!. ¡Foul!. ¡Pasó afuera del palo!

La nro. 5 de nuestros sueños

Simultáneamente las colecciones de figuritas que atrapaban en horarios que iban más allá del escolar. Es justo decir que con el tiempo lamentablemente, la imagen de los futbolistas se ha mudado de las viejas y acartonadas figuritas a modernos y lujosos vasos, carpetas, pósters y hasta tapitas de gaseosas. Ya no hay figuritas difíciles, se ha perdido la mística de su coleccionismo y el encanto de poder jugar con ellas a la tapadita o al espejito. Ocurre que en los centros de canje todos ganan y ya nadie daría la vida por conseguir "la difícil" y así poder ganar la esquiva número cinco. Hoy en día se pueden comprar todas las figuritas y llenar un álbum sin premio alguno. Distintas generaciones vivieron “atrapadas” por colecciones en donde las que jamás aparecían eran: Nazionale de Lanús, a fines de la década del '50; en los comienzos de los '60, fue el turno de Hoster de Sarmiento de Junín y Jorge Domínguez de Atlanta. Juan Carlos Punturero, wing de Atlanta y Chacarita fue la imagen más codiciada de las Nuevo Albúm Fulbito de 1964, mientras Néstor Togneri de Estudiantes, la más deseada de las Starosta de fines de los '60. Hay más ejemplos como el ignoto defensor zaireño Mukombo, que fue famoso en Argentina durante el Mundial '74. La lista podría continuar con Jota Jota López y Carrascosa como las imposibles en las Fulbito del '76. A esta altura es bueno preguntarse ¿Dónde quedó la pasión única de abrir un paquete de figuritas, con la sagrada ilusión de encontrar allí a la más difícil?. ¿Eran las madres las verdaderas conspiradoras, puesto que siempre se encargaban de tirar el álbum de figuritas?. Es inútil, aunque lo analicemos minuciosamente la muerte de las figuritas más difíciles no puede aceptarse fácilmente. Y todo por una pelota. Pobre mi padre, el dinero que le hice gastar fue varias veces superior al valor de esa pelota de gajos rectangulares, que se transformaba casi en una de rugby al cabo del primer partido. Pero me di el gusto de llenar un álbum. Fue con las de Titanes en el Ring, y la más difícil era Di Sarli. Como no podía ser de otra manera mi elección se daba por descontada: la pelota era roja y blanca. Sin embargo me quedó la frustración con el Mundial ’78. Allí las difíciles eran Maier, Kovacs y Fillol, en ese orden. Me faltó el arquero alemán, pero estuve cerca. Los años posteriores me apartaron de juntar figuritas. Ya no estaba en edad y creo que el retiro me llegó justo. Ya no había premios por llenar el álbum.

Por: Sr. River Plate