Las barras estan tan desmadradas como la dirigencia.
Para quienes ibamos a la cancha en los 80 y 90, las cosas que pasan hoy pueden parecer tonterías. La odisea de ir a ver a River Plate es una pasión que se va heredando y que va armando relaciones entre padres e hijos y entre amigos. Las batallas entre barras locales y visitantes, los robos dentro de la popular, enfrentamientos entre hinchas de distintos clubes que se cruzaban, partidos en mismos horarios que permitían que haya peleas en Constitución, Retiro, Once y demás lugares, la policía y los hinchas listos para el mano a mano y tantas brutalidades que vivimos, dejaron lugar a cosas mucho más sofisticadas. Hoy las barras van escoltadas y los negocios están arreglados como para que no haya robos en la tribuna, los horarios se arreglan para que no se encuentren las barras y la policía suele tener órdenes de no provocar los desmanes.
Habiendo salvado la violencia de décadas pasadas se supondría que todo está bien, sin embargo estamos muy lejos de estar bien. La pasión sigue siendo algo inexplicable y el sentimiento que se comparte entre los hinchas y amigos, a veces parece indestructible y va creciendo con el anecdotario de locuras de cada domingo. Las vivencias a veces no se saben si son producto de algún estupefaciente o de la locura que esta sociedad.
Lo que se vivió el domingo para ir a Bahía Blanca es un buen ejemplo de la locura que nos une a algunos miles de hinchas que no estamos dispuestos a que nos saquen la posibilidad de ver a nuestro equipo. La locura empieza cuando termina el partido anterior, empezamos a decidir si se va o no se va, quienes pueden y quienes harán el esfuerzo extra, quienes se quedarán con las ganas y quienes sufrirán el partido desde la TV.
Una vez tomada la decisión, aparecen los imponderables y empezamos a ver como se puede viajar (hoy es lo más arduo). Muchos ya habían averiguado para viajar en avión y hacía semanas que no había pasajes. La alternativa más complicada es sacar las pocas entradas que se pondrán a la venta o viajar con los micros del club que fletan distintas agrupaciones o filiales. Algunas lo hacen con entrada incluida (¿cómo venden pasaje y entradas antes de que esten a la venta? Es una buena razón para que nunca se blanquee la venta real de entradas) y otros no. Aparentemente esta semana fue más caótica que nunca en la historia, nos dieron tan pocas entradas y tanta la demanda que no se pudieron repartir y hasta los micros que vendieron y cobraron pasajes con entradas, no recibieron la cantidad suficiente. Cuando me enteré de esto (más allá de la calentura y el estrés), me di cuenta que estábamos ante una convocatoria increíble.
El domingo debí levantarme a las 2 de la mañana (o sea, preferí no dormir y terminar un posteo que me dio mucho gusto hacer) con la incertidumbre de no saber si podría viajar (una de las tantas locuras a las que nos sometemos con tal de acompañar al equipo). Nosotros eramos una docena de amigos en un micro de doble piso; de los 60 pasajeros, la quinta parte no tenía entradas encima (algunos habían hecho arreglos desesperados con gente de Bahía, otros tenían contactos que habían conseguido a última hora y otros corrían el riesgo de ir y quedarse afuera).
16.30 hs. Todavía había gente que no perdía la esperanza de poder almorzar algo.
Salir de madrugada tuvo algunas ventajas y desventajas. Algunos estábamos listos para dormir y otros lo estaban para joder, algunos estábamos hambrientos y otros estaban disfrutando de las bebidas que iban y venían, algunos cantaban y otro dormían… lo único en que todos coincidimos fue en bajar para comprar un desayuno en una estación de servicio, lamentablemente, como es una maldita costumbre cuando viajan los micros de los clubes, todas las estaciones cerraban sus puertas ante la vista de los micros (las malas experiencias de saqueos las pagan los que no deben). Así fue como terminé haciendo un viaje hasta Bahía Blanca sin escalas y sin comida pero con mucho alcohol y humo de cigarrillo hasta en mi última célula (suerte que nadie fumó algo prohibido porque se hubiera complicado).
Todo este trajín tenía una gran ventaja, se llegaba al mediodía a Bahía para almorzar tranquilo y bien… que ilusos somos los hinchas. No llegamos a ver la ciudad cuando nos detuvo la policía y nos llevó a un descampado a esperar a otros micros, nos hicieron bajar para una revisación exhaustiva y nos hicieron perder una hora para llevarnos a la otra punta de la ciudad yendo por una circunvalación. Al llegar al segundo punto (otra hora de viaje), descubrimos que habíamos sido secuestrados. La policía dejó a 20 micros y 10 combis en el camping del Parque Brown (no había barras entre los pasajeros) y dejaron a más de 1000 personas dentro de un alambrado donde solo había un inodoro en el baño de hombres y otro en el de mujeres. La mujer de la despensa se hizo el día vendiendo todo lo que tenía a cualquier precio y obviamente no alimentó ni a la décima parte de los secuestrados.
La entrada al "camping". Más de mil personas divididas en grupos esperando que se termine el secuestro
Lo bueno de todo esto es que había gente “tranquila” que solo le importaba ver el partido, los 700 km eran para ver a River y no para algún enfrentamiento absurdo (por suerte así también lo entendieron los policías). Aparentemente, los micros de la barra y algunas filiales importantes, estaban en otro “camping”. La orden fue clara, del camping a la cancha, de la cancha a la ruta y escoltados hasta cierta distancia de la ciudad sin parar. Algún rumor habrá llegado que venían las hordas de Atila y decidieron ser un poco más inhumanos que las bestias.
Llegamos a Bahía al mediodía, el partido era a las 20.20 hs., ¿qué problema podía haber? Los genios de la organización siempre pueden provocar problemas. A la cancha llegamos después de las 18 hs (sin haber comido desde la medianoche), comimos algo y decidimos entrar (recordemos que llegamos desde Buenos Aires más de mil personas al mismo tiempo). Otra vez el famoso embudo, fila de 20 personas de ancho y de pronto piden que pasen de a 1. 40 metros de policías junto a un paredón del ferrocarril permitiendo que se pase de a 1. Palazos a un tonto para que el resto lo vea y no quiera hacer quilombo, algún tonto al que le prohíben el paso porque saben que hay más gente de la que pueden entrar (a un abstemio le dijeron que estaba borracho, a uno que había conseguido la entrada por ventanilla le dijeron que era falsa, a uno que miró mal le dijeron vos no entras…).
Supuestamente se entregaron 2.500 entradas, en la tribuna supuestamente hubo más de 4500 y afuera quedaron otras mil. Si alguien logra explicarme estos números, si alguien puede explicarme como pueden pasar todas estas cosas, si alguien me explica como nos hacen viajar desde Buenos Aires en estas condiciones (que todos conocen lo que pasará), si alguien me explica porqué no hay nadie que defienda al hincha pacífico (no hubo ningún enfrentamiento a pesar de todos estos atropellos)…
Mi agradecimiento para la persona que nos mandó algunas fotos y nos contó su vivencia. Pienso que vale la pena agregarlo el día posterior al posteo con una interesante pregunta. Qué hubiera pasado si había grupos antagónicos en el camping? Todos sabemos que ahí no estaban ni los primeros, ni segundos, ni terceros mandos, pero que hubiera pasado si hubieran estado algunos grupos dispuestos a la pelea?
Mi agradecimiento para la persona que nos mandó algunas fotos y nos contó su vivencia. Pienso que vale la pena agregarlo el día posterior al posteo con una interesante pregunta. Qué hubiera pasado si había grupos antagónicos en el camping? Todos sabemos que ahí no estaban ni los primeros, ni segundos, ni terceros mandos, pero que hubiera pasado si hubieran estado algunos grupos dispuestos a la pelea?
Por Charro.